En Correos había una modesta cola que compensaba
su escasa longitud tardando una eternidad en avanzar y conseguía ser así lo suficientemente irritante.
Un cartelito impedía fumar.
Un niño desescolarizado y sin collar trotaba por la oficina ante la indulgencia de su mal llamada madre.
Un perro fue en cambio obligado a esperar en la puerta mientras el amo chupeteaba gran cantidad de sellos. El perro se estaba razonablemente quieto y no llevaba calzado fosforescente,
pero el género humano ha pecado siempre de inicuo.Lo mejor que le puede pasar a un cruasán - Pablo Tusset
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