Y esa tal vez sea mi
conclusión final, pero, tratando de ser fiel a mí mismo, voy a terminar con
algo que, una tarde de las pocas en las que el Sol nos regaló su presencia,
escribí en una servilleta:
‘’Salinas es una
rareza increíble y difusa, una maravilla socioeconómica sin terminar, un
diamante popular y solidario a medio pulir entre unas montañas que la miran con
cariño y entre unos vecinos que puede que acaben por hacerse desaparecer entre
ellos...
Un monumento a los
olvidados, una segunda oportunidad de plantearse las cosas, una herramienta
para recordar qué es lo importante, un espejo en el que mirarse, un libro
abierto y, a veces, un refugio...un refugio inocente de esperanza.’’
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